15 oct 2009

Art Noveau

Art noveau
Violeta Ortega

Del asesinato como una de
las bellas artes.
Thomas de Quincey


Nos conocimos por motivos profesionales, podría decir que nuestra relación era más bien distante, excepto por una ocasión en que me habló de sus ideas de la estética femenina de una manera que me pareció enfermiza.
Cierta vez, por una confusión de documentos encontré la explicación que él había intentado hacerme sin éxito. Tenía en mis manos un grupo de placas fotográficas a color de su autoría.
La mujer fotografiada me era desconocida. Me tensé con la idea de ser descubierta espiando. No podría decir si las fotos eran recientes o de años pasados. Las primeras que encontré mostraban detalles, fragmentos de su cara y del nacimiento de su pelo, sus orejas. Sus facciones estaban delineadas por una tenue luz verde, su piel clara aparecía como una superficie sintética, sobre el fondo gris perla.
Las fotos que encontré en seguida me dejaron absorta. Observar la cara de la joven me hizo pensar en la transición en la que una bella escultura cobra vida y abre los ojos sorprendida, pero había algo demasiado oscuro, su cuello estaba descontinuado. La operación parecía haber sido tan limpia de violencia que no alarmaba a primera vista. Sólo ya extasiada en la observación algo dentro de mí sintió una profunda y terrible repulsión. Huí del lugar.
Yo dejé de frecuentarlo, me enteré que se mudó a otra ciudad. Las imágenes dejaron en mí algo como un nudo de miedo, inquietud y culpa de no poder admirar y mucho menos negar la belleza de la ejecución.
Recordé que él había intentado explicarme en su lenguaje inconexo que el verdadero estado de belleza se encontraba cuando la persona dejaba de ser un animal, despojándose de su cuerpo. Intentaba salvar del instinto a las mujeres dejando en su cara la expresión del vacío, la inocencia quedaba implícita en la belleza estática de sus ojos.

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